27 oct 2013

El Cooperativismo en la Península Ibérica

Historia del Movimiento Cooperativo IV

Orígenes

Gran luchador por las cooperativas
agrarias andaluzas
Gerald Brenan sitúa el desarrollo del movimiento cooperativo en la península ibérica en el marco de una larga tradición de cultivo y pastoreo comunal de la tierra y organización de la pesca que tendría continuidad, en las tierras al Norte del Tajo, desde la Reconquista. La debilidad del capitalismo local que fue incapaz de aprovechar la desamortización para crear un capitalismo agrario reavivó el interés en el comunalismo, hecho que sería una de las bases de la revolución cantonalista.

La tradición comunalista, serviría de abono al movimiento cooperativista, en origen de orientación fourierista fundado en 1860 por Fernando Garrido, que modernizó y dio marco legal a pueblos-cooperativa como Port de la Selva, calificados en su época como pequeñas repúblicas libertarias.




Lo que es interesante es cuan naturalmente se adoptan estas cooperativas a la escena española, ya que Port de la Selva es una de las viejas comunidades pescadoras de Cataluña, que han existido desde tiempos inmemoriales. De Cadaqués, unos kilómetros más lejos, se sabe por documentos contemporáneos que había sido organizado de modo similar allá por el siglo XVI. Otros documentos guardados en la iglesia del lugar hablan de Port de la Selva con su industria pesquera comunal. Otra comunidad pesquera exactamente igual, en Tazones, cerca de Villaviciosa en Asturias, es descrita por el profesor Antonio Camacho en la Revista Nacional de Economía.

Henos pues, ante una cooperativa productiva moderna encajada en una organización comunal antigua y funcionando perfectamente. Lo que ha sido hecho en Port de la Selva, rodeado de influencia anarquista, ha sido hecho también en Ansó, de ambiente carlista, mientras que la organización de cooperativas de Llánabes data del siglo XVII y precede así al menos en sesenta años al movimiento cooperativista europeo.

Extractos de Gerald Brenan, Comunas campesinas y cooperativas en El laberinto español (1960)

Es esta continuidad la que explica la fortaleza del cooperativismo en la mitad norte de la península y el paralelismo de las reivindicaciones cooperativistas en las regiones sureñas a ambos lados de la raya durante todo el siglo XX. Sin embargo, en Portugal, a diferencia de España la monarquía tomará una posición paternalista hacia el movimiento cooperativo desde 1848, desarrollando su primera ley de cooperativas en 1867. España no la tendrá hasta 1931, con la II República.

En general, en la península el cooperativismo no fue absorbido ni por socialistas ni anarquistas, manteniendo una tradición y mensaje propios, aunque, especialmente en las épocas de represión, prestara locales y diera cobertura y fondos a las actividades sindicales libertarias y a los partidos de izquierda.


El cooperativismo en la Dictadura

Los regímenes autoritarios que asolaron la península hasta la segunda mitad de los 70 siguieron políticas paralelas frente al movimiento cooperativista, muy dañado en el caso español por la guerra y la larguísima hambruna posterior.
Control general del movimiento que intentó ser resignificado de acuerdo a la ideología verticalista del estado, dentro de la obra del sindicato vertical denominada: Cooperación. Represión de las cooperativas culturales en Portugal y de la vida asociativa, ateneos obreros, etc. ligados a las cooperativas de trabajo en España.


Impulso del cooperativismo agrario

La Iglesia católica tomaría un importante rol en el desarrollo y mantenimiento de la tradición cooperativa en estos años, que ven nacer en 1956, de la mano del padre José María Arizmendiarrieta, lo que luego sería MCC. El papel del catolicismo se habría de reforzar y hacer más militante a partir de la encíclica Mater et Magistra de 1961, cuya reivindicación explícita de las cooperativas servirá de inspiración a muchos jóvenes, alentados por la idea de que la cooperativas son creadoras de auténticos bienes.


Las cooperativas tras la Revolución de los claveles y la muerte de Franco

La recuperación de libertades democráticas fue seguida de un nuevo desarrollo del cooperativismo en toda la península, amparado por las nuevas constituciones que explícitamente encomendaban al estado el fomento del cooperativismo. Sin embargo, mientras en España la experiencia de éxito de las cooperativas agrarias del Levante y Sur y sobre todo de las industriales vascas, impulsarían una legislación favorecedora y orientada a la formación de grandes grupos cooperativos (y posteriormente a su transnacionalización), en Portugal un cierto paternalismo político y sindical, prohibió a las cooperativas actuar en sectores claves para el crecimiento como el bancario, los seguros el transporte internacional de mercancías o incluso las agencias de viajes.

Revista Cooperativa Catalana en 1904

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